Sempre endavant

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martes, 30 de noviembre de 2010

En la locura encontrar la cordura, empezar a vivir

Detrás del cristal de la ventana cerrada, se oye llover. Acompasadas, las gotas y su cloc-cloc siguen el ritmo del frenesí que se vive dentro de la oscura habitación, habitada por un único ser innombrable; una mujer con ansias de perder el control.

Hoy ha sido el día que ha gritado basta.

Está sola, pero encuentra la compañía de un objeto con forma de falo y se masturba brutalmente con él. Gime. Grita. Suda. Se pierde en su propio placer, eso que tantas veces ha intentado (y conseguido) adormecer. Su rabia despierta de nuevo, liberada de las cadenas cotidianamente impuestas. Y se acaricia con urgencia, clavándose las uñas, queriendo arrancarse la piel, rencorosa por haber estado tantos años obviando e ignorando su cuerpo sediento de sexo. Sexo en mayúsculas.

Ya no teme. Las paredes se convierten en aliadas de la sangre que la recubre, confidentes de su propia prisión cuyos muros se están viniendo abajo. Vomita la mierda que la ha estado indigestando toda su vida, se revuelva en ella, aún caliente, y enloquece. Ríe, y llora, histérica, por la intensidad de sus sentidos. Hay impaciencia en sus actos. No queda tiempo que perder.

En su soledad se siente más viva que nunca, escoltada por la desesperación destructora que siempre la seguía y que de repente ha resultado ser seductora a límites inimaginables. Placer y dolor se confunden. Deja libre el odio que siente hacia el mundo, sin someterse a la culpabilidad conocida a diario envalentonada por esa sociedad que tilda de dañinos y oscuros los deseos más íntimos.

Extasiada y agotada por el ímpetu de sus instintos, se prepara un baño. Se duerme con el agua hasta el cuello, sonriendo ante el escozor de las heridas, y teniendo la seguridad de que la proximidad de la muerte nunca había sido tan dulce...


Des-esperar es lo que me tienta...

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